"Cuando Wilmer Delmur, de forma consciente y deliberada, se propuso a comienzos de la década de 1980 hacer añicos el formato literario conocido como novela, tenía una sola certeza: que no tenía la más mínima idea de cómo hacerlo.
En el Cono Sur de América Latina, una larga década de gobiernos dictatoriales y represión había dejado a la literatura anclada en el pretérito boom, y (fuera de la producción de los escribas oficialistas, con sus cosmogonías refundacionales de nulo valor literario) los volúmenes que aparecían como hijos bastardos de aquella fiesta interminable eran patéticas criaturas que sufrían, en el mejor de los casos, una miopía severa, y en el peor, un déficit cognitivo que no lograba ni apropiarse de su tiempo ni evadirse en una fantasía consumada, mucho menos esbozar una Weltanschauung digna de análisis.
«Los volúmenes que aparecían como hijos bastardos de aquella fiesta interminable eran patéticas criaturas que sufrían, en el mejor de los casos, una miopía severa, y en el peor, un déficit cognitivo»
La rutinaria jornada que un Delmur cuarentón cumplía en una fábrica de cocinas a gas de Villa Soldati le dio el espacio mental necesario al implacable escritor alemán refugiado en el Río de la Plata para reflexionar sobre esa realidad y llegar a la conclusión de que no solo era inadmisible sino también despreciable. Alguien tenía que hacer algo.
Para Delmur, ese algo se se convirtió en la monumental Paria*, una "antinovela", como la definió su autor alguna vez, en la que los fundamentos básicos del dispositivo novela, también su estructura y hasta ciertas reglas gramaticales y ortográficas, se dinamitan sin resquemor ni lástima.
Paria se abre con una breve "Nota al estimado lector, a la estimada lectora" que toma la forma de una epístola cuasi erótica dirigida a una tal Irma. Ese texto introductorio da paso sin solución de continuidad a lo que parece ser la bitácora de un joven sacerdote católico, Manoel Soares do Castelo Branco, que viaja en una de las naus del convoy marítimo del portugués Álvares Cabral que llegó ¿por accidente? a las costas de lo que hoy conocemos como Brasil, en el año 1500.
El debate sobre si los anacronismos y groseros errores históricos se deben a la falta de investigación (algunos de los detractores más acérrimos de Delmur se han burlado con saña del desconocimiento que exhibe la obra de los más elementales principios de navegación, por ejemplo) o han sido introducidos para establecer ya de entrada el tono anárquico y brumoso de la antinovela realmente no nos concierne aquí.
Con maestría, Delmur arrastra lo que podría parecer una novela histórica como tantas hacia un territorio desconocido, en paralelo al desconcierto de Cabral cuando comienza a percatarse que él y sus hombres no están yendo hacia la India.
Los textos del diario de Soares transmutan así en una especie de novela dentro de la (anti)novela, en la que abruptamente aparecen apuntes y hasta ilustraciones propias de un naturalista o notas de campo antropológicas que dan cuenta de las deplorables condiciones de vida de los navegantes y se detienen, al mejor estillo de Masters y Johnson, en un pormenorizado estudio de las prácticas sexuales de los tripulantes.
De un modo que parece prefigurar lo que luego se conocería como hipertexto, con derivaciones enciclopédicas, notas al pie, traducciones a diferentes idiomas de un mismo texto, y páginas y páginas de bibliografías ¿apócrifas?, el texto se ramifica en una infinidad de subtextos y subtramas hasta el punto en el que el lector puede llegar a sentir mareos y náuseas (como le ocurrió a quien firma esta nota). Sin embargo, llegado este punto, la única opción parece ser dejarse llevar por el vertiginoso pulso de la escritura, sorteando como puede todos y cada uno de los escollos que Delmur ha colocado estratégicamente.
«Soares podría ser en realidad un hombre transexual fugado del siglo XXIII, que lleva un corazón artificial en su pecho y vive atormentado por la nostalgia del futuro que dejó atrás»
Cuando el tsunami de información inconexa --en los que se destacan una receta del Falscher Hase, al que Delmur le agrega no sin acierto una cantidad generosa de pasas de uva y también fragmentos del Martín Fierro traducidos por el autor al alemán-- se vuelve casi intolerable, la deriva literaria llega por fin a un oasis en la forma de algo que se asemeja al capítulo primero de una novela tradicional, donde un narrador con rasgos mitómanos sugiere, con un lenguaje cargado de metáforas futbolísticas, que Soares podría ser en realidad un hombre transexual fugado del siglo XXIII, que lleva un corazón artificial en su pecho, tal vez sea inmortal y vive atormentado por la nostalgia del futuro que dejó atrás.
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La necesidad de Delmur por arrasar con el canon latinoamericanista puede leerse más como una búsqueda de un nuevo comienzo para él más que como una auténtica experimentación literaria o una ambición comercial (aunque algunas páginas de sus diarios, recientemente publicados por Bernardo Hopkings, el mayor estudioso de su obra, puedan sugerir lo contrario). Delmur se sabía un outsider, no pretendía competir con el establishment ni dar lecciones a nadie, sobre todo porque seguía siendo un completo desconocido hasta en los círculos más marginales.
El único contacto con el mundo del arte (y la resistencia cultural) del que se tiene noticia nos ha llegado, en alguna nota al pie, a través de [Daniel] Freidemberg, quien se lo presentó a Castillo en un confuso episodio que algunos datan como ocurrido a finales de 1981, otros en los días que transcurría el Mundial de 1982. A partir de ese encuentro, el editor de El Ornitorrinco tuvo la amabilidad de leer algunos de los poemas de Delmur con la promesa de considerarlos para el siguiente volumen de su publicación. Castillo revisó el material y quedó impactado. "No me traigas nunca más a este salame", recordaría Freidemberg que le dijo Castillo por teléfono.
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La nueva edición revisada y anotada de Paria es la primera desde la impresión original, de apenas 500 ejemplares, en marzo de 1984, a cargo del desaparecido sello Labraga Editores. Las limitaciones presupuestales habían hecho de aquella edición una sombra de lo que Delmur había imaginado para su antinovela. Entre los fragmentarios datos que tenemos sobre el proceso que llevó a la edición de Paria, destaca el ¿mito? que dice que Mario Labraga, fundador del sello y su único editor, se jactaba de haber eliminado al azar unas 400 páginas del manuscrito y que, gracias a esa operación, Paria se comprendía mucho mejor.
«La edición de Ómicron, al cuidado de Gustavo Bergessio, es la versión más completa que se haya compilado de esta monumental obra, y hasta contempla las ilustraciones que Delmur concibió como parte del proyecto»
La edición de Ómicron, al cuidado de Gustavo Bergessio, es la versión más completa que se haya compilado de esta monumental obra, y hasta contempla las ilustraciones que Delmur concibió como parte del proyecto. En una decisión discutible, algunos pasajes se incluyeron como facsímiles del manuscrito de Delmur. Aunque son difíciles de leer (hasta bien entrada la década de 1990, Delmur no tenía acceso a una máquina de escribrir), dan cuenta de su incondicional búsqueda artística y de cómo, a veces, la fiebre creativa supera con creces a las convenciones literarias más arraigadas o al sentido mismo del lenguaje. Es lo que se conoce como arte, con todas las letras."
Narciso Pérez Del Castillo, en la Revista de Operadores Turísticos del Cajón del Maipo, Santiago, Chile, número 25, Vol. III, febrero de 2022
* Paria. Un apagón emocional en 350 actos, de Wilmer Delmur. Edición y prólogo de Gustavo Bergessio. Editorial Ómicron, Buenos Aires, 2022, 1.320 págs. Incluye un póster color desplegable con el plantel del Club Atlético Defensores de Almagro Campeón de la Primera D, 1970.